EL SABER HACER Y EL SABER PENSAR ACOMPAÑANDO LA VIDA DE LOS VERDADEROS MAESTROS

Los docentes finitos y el estudiante infinito.

Siempre he admirado a las mejores personas que rodean mi vida y he tratado de aprender de los grandes pensadores de la historia universal; como nariñense, por supuesto, los mayores y taitas ocupan un lugar central dentro de aquellas personas que respeto. En cuanto a que piensan un supuesto sobre algo, y son capaces de llevarlo a la práctica, demostrando que el saber hacer y el saber pensar deben acompañar la vida de quienes, a mi modo de ver son los verdaderos maestros.

Aquellos seres tan especiales transportan el conocimiento desde el infinito de su conciencia al infinito de otra conciencia, lugar que se convertirá en un barco donde el saber descubierto se deforma y transforma. En cuanto al ser humano, y sobre todo los niños, nunca pueden llegar al mismo puerto que sus antecesores, porque las barreras del pasado solo existen como ilusiones. Del sabio depende si se queda dando vueltas en las rutas del pasado, como un perro corriendo detrás de su cola, o decide mirar hacia las utopías que jalonan el espíritu humano.

Porque la tecnología, que casi siempre tiene respuestas, puede ilusionarnos con su increíble capacidad para contestar todas las preguntas que planteamos, utilizando elementos del pasado. Pero el maestro cumple un papel muy distinto a esa dinámica; es incapaz de contestarlo todo y tal vez solo enseña a buscar y nada más. Por ello, solo el hombre que se siente vacío puede responder a los cuestionamientos que le hace el presente con elementos que de por sí son insuficientes. De manera que, como Sócrates y Platón demostraron, el profesor sigue siendo aquel que enseña a reconocer lo que carecemos, por ello, la ignorancia propia se convierte en una especie de virtud.  Y aquel acto de humildad pasa a ser el billete que le permite al viajero del conocimiento encontrar mundos posibles e imposibles.

En aquellos oasis, el estudiante descubre la humanidad que se le revela al maestro en los actos más simples e insignificantes, donde encuentra lo fundamental, como Jorge Luis Borges lo hace en sus cuentos. Donde ciudadanos normales descubren mundos dentro de otros mundos o son capaces de realizar las más grandes hazañas, aunque la mayoría del tiempo sus personajes fracasen. No obstante, todo náufrago intenta salvarse mientras lucha por atravesar el océano en el cual todo movimiento humano individual es insignificante.

Sin embargo, la misión del maestro es enfrentar su destino, ya que de ello depende el correcto transcurrir de la cultura y la sociedad, enseñándoles a todos los maravillosos seres uniformados por las instituciones e individualizados por el sistema económico-político, que no estamos solos y que toda acción debe ser analizada de manera universal, en tanto que afecta a los otros y al nosotros. Por ello, ser profesor es fundamentalmente enseñar a ejercer la libertad como un principio fundamental de la identidad y de la práctica humana  a aquella divinidad finita que es el estudiante.

¡FELIZ DIA DEL MAESTRO NORMALISTA!

Por: Juan Pablo Ortega Moreno

Docente Escuela Normal Superior de Pasto